lunes, 7 de septiembre de 2015

Hepatalgina para el paco

Qué día peronista decimos y pasamos a debatir acerca de qué es lo que lo hace peronista. ¿Quién acuñó la frase?
Tal vez el clima primaveral sintetice lo generoso de un proyecto popular. O tal vez lo soleado sea más inclusivo que lo lluvioso.

El vino, la charla, el bullicio de fondo. Sólo nos separa un vidrio. Un vidrio y unas rejas que hacen a la seguridad del local. También una calle.

Acá están por traer el flan con dulce y crema. Allá el sol sigue cayendo gratis, y ella que fuma yendo y viniendo en unas pocas baldosas.

Preveo un dolor de hígado. Nada que un botiquín casero no pueda arreglar. Pero no. Hay algo más. Hay imágenes que no se bancan ser telón de fondo. Hieren preguntando.

¿Qué es lo que hace que un ser humano se atiborre de comida frente a otro que se muere de hambre? ¿Qué lleva a que una persona pueda atender sus malestares mientras que otro deba vivir con su dolor? ¿Por qué no duele tanto el dolor del otro como el propio?
Preguntas hijas de preguntas nietas de ¿qué nos hace tan egoístas?

Mi gesto desviado motiva la pregunta ¿qué te pasa? y mi comentario abre el debate, las explicaciones del caso. Lo racional. El capitalismo, lo coyuntural y las estadísticas que hasta dicen que la salud pública local es una de las mejores de la región. La solidaridad también dice presente, siempre hay alguien que acerca un plato de comida a quien le falta. Pero no. No alcanza. Hay un punto que se me hace básico, primitivo: uno come el otro no.

La discusión me revela otro aspecto de la escena: razonamos con la panza llena. Otra vez recuerdo aquella vieja pregunta sobre si se puede hacer filosofía desde la comodidad.

Vuelvo a lo básico. Qué genera la brecha. Miro nuevamente hacia la otra vereda y noto que a pocos metros del techo de autopista hay una panadería-café con leyendas francesas. Los asistentes aprovechan el mismo sol pero capitalizado en mesas y pintorescas sombrillas. Ese sol cuesta.
No son peores que los de esta vereda, son sólo nuestra proyección en el cuadro.

Ella lo moviliza a él, hundido entre varios colchones. Él parece querer seguir su siesta.

¿Dónde se origina todo? Después de todo ella está ahí y yo acá porque el azar nos parió en diferentes veredas. Y la calle separa los que tienen acceso a vivir dignamente de los que no. ¿Cómo se llama la calle? ¿Cuán digna es una vida a costa de otro?

La calle es una avenida. Divago con eso de ave-nida, la ironía se cuela por todos lados.