miércoles, 19 de septiembre de 2012

Cortito (como patada de chacho)

Alguien dijo por ahí:
"Todas las mariposas están en el calor de tu mirada y en la magia de tu sonrisa."
 Y el chancho se puso colorado...

Estilo mariposa

La vanidad, es un aspecto humano que me produce una mezcla de bronca y tristeza. Primero bronca, luego tristeza. Lo bueno de la primera es que invita al interrogante.

El término vanidad proviene de vano, que además de presuntuoso y arrogante, significa falto de realidad, sustancia o entidadhueco, vacío y falto de solidez; inútil, infructuoso o sin efecto. También se aplica a los frutos de cáscara, calificando aquellos cuya semilla o sustancia interior está seca o podrida.

Todo ámbito donde se desarrolle una actividad física o intelectual exhibe individuos con intervenciones de macho alfa o de genio no descubierto. Innumerables escenarios que van desde importantes instituciones académicas hasta los cursos de tejido acrochet, pasando por clubes, agrupaciones políticas, conservatorios y espacios culturales de todo tipo. En rigor, todo espacio social.

El ejemplo por excelencia en el terreno de lo físico es el gimnasio.
A diferencia de otras actividades disciplinarias o deportivas, el gimnasio ofrece ejercitación per se. Aunque algunos estén movilizados al ejercicio por prescripción médica o como complemento de otra actividad, la gran mayoría asiste solo para ejercitar los músculos (y el ego). Quizás por esa falta de un espíritu ulterior que le de sentido al ejercicio, es que afloran más fácilmente las pestilencias vanidosas de muchos individuos. No sin razón sus paredes están totalmente cubiertas del elemento escencial de todo narcisista: el espejo. En este punto se revela el doble rol que juegan mediante su imagen reflejada: el observador deseante y su contrapartida, el sujeto deseado.
No se si hay algo más patético que un sujeto (ad)mirándose frente espejo en un espacio público. Sin embargo, se ha incorporado tanto este comportamiento que no debe haber gimnasio sin espejos.
Más allá de las sesiones concluidas o enteramente realizadas frente al espejo, resulta molesto (para un observador compulsivo como quien escribe) no poder mirar hacia ninguna dirección sin recibir, directa o indirectamente, la imagen de un sujeto observándose casi con exitación. Más aún, si el primer impulso es mirar en dirección opuesta, por lo general obtendremos el duplicado de la primer imagen.

Natación, aunque no tan fértil como el citado gimnasio, es otro ambiente donde he visto emerger sujetos con el ego de Michael Phelps, o mejor dicho, con el ego que uno aceptaría de parte de un campeón olímpico. La bronca primitiva invita a la pregunta: "¿qué cazzo haces en la pileta de las mojarritas siendo todo un delfín?". Ya con un pie fuera del impulso primario, la reflexión se impone: "¿qué es lo que hace que una persona tenga ese comportamiento social?, y ¿por qué me genera bronca?". Tal vez responda a la primera un significado de vano como falto de sustancia, señalando una carencia en el ególatra (o  falso ególatra). Quizás también ayude para la segunda: una carencia propia, reflejada en la carencia del otro.

Aún no he aprendido mucho sobre el tema, al menos algo que me ahorre una cuota de bronca inicial o me permita desarrollar una estrategia para esquivar demostraciones vanidosas.

Pensando un poco en la necesidad de algunos de exhibir credenciales en un ámbito social, me pregunto por la infinidad de credenciales ocultas o ajenas a la actividad realizada. Seguramente algún experto en biología molecular realiza su rutina de pesas diaria sin siquiera notar su presencia especular, o a lo mejor, aquel campeón olímpico de lanzamiento de jabalina no confiesa sus medallas en la reunión de tupperwear.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Pigs on the wing (part two)... o Guisito de chancho

El locutor anunciaba otra noche de grandes éxitos y un espectacular sorteo.
Ella puso la pavita sobre el fuego y él le alcanzó un saquito de mate cocido usado.
Ese día habían tenido suerte. El brazo violento de la municipalidad, esos cerdos de la UCEP, no los habían corrido de su nuevo refugio temporal.
La noche era de las más frías y sólo contaban con las frazadas que les habían llevado el día anterior.
Gracias a un estricto régimen de uso, las pilas de la radio aún resistían. Resulta inimaginable el valor de la compañía radial en ciertos momentos. "Ojalá vuelvan a pasar los chicos...", comentó ella con una infinita esperanza. El pispeó la calle corriendo un poco la lona que hacía las veces de techo.
Los clásicos habían empezado a rodar y Roger con voz lluviosa comenzaba: "You know that I care... what happens to you.... ". David, sin interrumpir a Roger, comentó: "Ojalá vieja, Dios te oiga!". A su turno, Roger prosiguió: "... and I know that you care...  for me...".

El grupo de pibes se acercó sigilosamente: era importante respetar la consigna de no despertarlos, el sueño conciliado en esas condiciones no debe interrumpirse. Pero desde el interior se oía un tímidamente esperanzado Roger: "... so I don't feel alone... or the weight of the stone...". El pibe le comentó al resto del grupo: "Están despiertos che!" y sin pausa se dirigió a la casucha de lona "Buenas noches! Les trajimos un guisito de chancho!".
De un manotazo, David desplegó la lona-techo: "Hola chicos! Qué bueno que vinieron!". Los brazos se extendieron para tomar las bandejitas humeantes. Roger, reforzado por el aroma a guiso, alzó su voz:"... Now that I've found somewhere safe... to bury my bone...".
Los paquetes de galletitas y los sobres de sopas eran recibidos en paralelo a la conversación: "¿Y?,¿están bien de frazadas?... Acá tienen unos pantalones de corderoy y unos pulóveres... quizas les vienen bien!".

Los chicos tomaron rápida nota de algunos faltantes. El siguiente hogar callejero estaba a un par de cuadras y todavía quedaban muchos por visitar en su recorrido diario. Ese invierno iban invictos: ni un muerto de frío en la ciudad.

Mientras saboreaban el guisito de chancho, Roger les comentó algo trivial para ellos pero que algunos aún ignoran: "And any fool knows a dog needs a home... A shelter... from pigs on the wing.".

(Pigs on the wing (part two) - Pink Floyd)



jueves, 6 de septiembre de 2012

Pigs on the wing (part one) ... o Son todos chorros!

El pibe-pig camina hacia el automóvil enfilado frente al semáforo. El gran-pig-corbatudo, reafirmándose sobre el volante, lo sigue con la mirada. Sólo repasa el hecho de tener cerrada su super-ventanilla-anti-pibes-pig. Roger rasguea los primeros acordes. El pibe-pig hace ademanes de querer limpiar el parabrisas por unas moneditas. Impecable síntesis del lenguaje. Roger comienza diciendo: "If you didn't care... what happened to me...". En eso, la divina-señora-pig, bajando la radio, recuerda la regla general para estos casos: 'No abras!'. El gran-pig-corbatudo vuelve su mirada seria hacia su divina-señora-pig, despejando cualquier duda acerca de su impecable cumplimiento de la regla, y sube la radio. Roger continua: "And I didn't care... for you". Desde el asiento trasero, el pequeño-pig observa a una niña jugando en un balcón lejano. Imagina que salta al vacío y flota, como inflada. La amenaza exterior aumenta con la insistencia del pibe-pig. Roger advierte: "We would zig-zag our way, through the boredom and pain". Sin aparente necesidad, la divina-señora-pig lanza la máxima que soporta la regla: "Estos son todos chorros!", y vuelve a bajar el volumen. El pibe-pig balbucea. Redujo su ademán al de unas moneditas. El gran-pig-corbatudo se queja por el tránsito en la ciudad, ya sin mirar al pibe-pig. Roger, por lo bajo, admite algun consuelo: "Occasionally glancing up through the rain". El pibe-pig se aparta hacia el cordón. Sólo es otro desprecio en su colección. Roger ahora le habla a la divina-señora-pig: "Wondering which of the buggers to blame!". El semáforo está por abrir y Roger, un poco triste, concluye: "And watching... for pigs on the wing...". Los coches avanzan. Ahora dan las noticias. El pig-locutor comenta como mienten las estadísticas oficiales y augura un futuro oscuro.

(Pigs on the wing (part one) - Pink Floyd)

miércoles, 5 de septiembre de 2012

0800-OINKOINK

"There's so many different worlds, so many different suns.
And we have just one world, but we live in different ones" (Brothers in arms - Dire Straits)

Tengo una sensibilidad especial para los contrastes. Algunos me fascinan. Otros, como algunos de índole comunicacional, me dan escalofríos. No caben dudas que hay muchas formas de comunicarnos, siendo la verbal sólo una de ellas.
Las coordenadas de tiempo y espacio pueden influir en la comunicación pero definitivamente no son factores determinantes. Mucho menos influyentes son los títulos vinculares. Padre, tía o sobrinonieto no son más que etiquetas que nada tienen que ver con la comunicación. Ni que hablar de las frecuencias palabras emitidas/tiempo y palabras recibidas/tiempo. En absoluto implican una comunicación.
No obstante, persiste la creencia de que tanto el tiempo como el espacio, así como ciertos vínculos o la cantidad de palabras inciden positivamente en la comunicación. Ma fangulo! 
En todo caso, son sólo colores de fondo. Factores independientes de la comunicación que reflejan la falsedad de tal creencia contrastando los diferentes tipos de incomunicados.
Por ejemplo, están los muditos crónicos, personas que vemos frecuentemente y sin embargo no logramos comunicarnos más que con el verdulero de la esquina. En el otro extremo están los compañeros atemporales, personas que vemos una vez cada tanto, tal vez sólo una vez en la vida, y sin embargo la comunicación fluye naturalmente. Ambos contrastes revelan que el tiempo compartido con el otro no implica una buena comunicación.
En relación al espacio, todos tenemos algún vecino sordito, alguien que por más cerca que esté y por más fuerte que le gritemos, jamás lograremos transvasar sus muros.  Su opuesto, los gemelos galácticos, pueden estar muy lejos, sin embargo siguen conectados fuertemente con nosotros.
Otro contraste se dibuja con el incontinente verbal, una suerte de loro chino que sólo emite vocablos a una alta frecuencia y difícilmente se detiene a escuchar. Un claro ejemplo de que la comunicación excede en mucho a las palabras. Con estos seres sólo podemos medir nuestro umbral de tolerancia antes de querer partirles un palo en la cabeza. Sus primos, los paralíticos auditivos, son capaces de permanecer inertes ante nuestros intentos comunicativos. Con ellos podemos hablar y hablar y hablar y... nada más.
En clara oposición a estos dos grupos, podemos tener la fortuna de encontranos con los adorables telépatas, seres con los que una mirada basta para comunicarse. Con ellos las palabras son el decorado de lo ya dicho.
Intentar revertir a un mudito crónico, a un vecino sordito, a un incontienente verbal o a un paralítico auditivo puede ser una empresa quijotesca. Esto no implica que no puedan sorprendernos para bien. Cerrarse a esa posibilidad sería un error casi tan grande como vivir intentando comunicarnos con ellos.